María Montessori distingue cuatro periodos de desarrollo en los que, cuando se llega al límite de cada uno de ellos, notamos que nuestro pequeño o pequeña se ha convertido en una persona nueva con nuevas necesidades.
El primer paso es observar
¿Qué es lo que hace?, ¿qué le interesa?, ¿Cuáles son sus necesidades?, ¿Salta en los sillones?, ¿Pinta por todos lados?, enséñale dónde puede hacerlo, dale las herramientas y permite que practique todo lo necesario, que se equivoque, si quiere, lo puede volver a intentar, quizá ahora, quizá después, pero a su ritmo, no lo obligues ni le insistas.
Lo segundo que debes hacer es confiar
Los niños tienen muchas más capacidades de las que pensamos, claro, no queremos que se lastimen, por eso les alejamos los objetos peligrosos como el vidrio; pero todo es una oportunidad para aprender, si este se llega a romper el niño aprenderá que hay materiales que se rompen más fácilmente que otros y aprende a ser cuidadoso.
Controla el entorno
Los niños aprenden de todo lo que está a su alrededor, sea bueno o malo. Aunque no podemos controlar todos los estímulos, en casa podemos asignar espacios especiales para ellos, adaptarlos a sus necesidades evolutivas, físicas y morales; donde se sientan cómodos, seguros y libres.
Debemos ser pacientes
Respetar el ritmo natural e individual del niño, su libertad de elección y de movimiento, permitir la autocorrección, el aprendizaje mediante la experiencia y fomentar la independencia y autonomía física y psíquica.